El Conflicto de los Cuerpos - 4/7

- En 7 estivales capítulos

4. Libertad total, obediencia, libertad con riesgos, devenir (tercera clase)

E. El jueves volvió a desear que llegara el miércoles. Por la mañana, aún en la cama, repasó los puntos de contacto, los desplazamientos, las texturas, las presiones y los impactos que había disfrutado la tarde anterior. Recordó el estado de libertad total que había disfrutado tumbada en el tatami y revivió el momento de libertad de movimientos... hasta que se golpeó patosamente la muñeca con el cabecero. Le dolió, aguardó la respiración y, como los niños pequeños cuando se levantan de una caída y miran al adulto para saber si deben llorar o no, dudó e inmediatamente rió. Rió a carcajadas. Estaba contenta, había encontrado su droga.

P. Los días siguientes, caminando por la calle, me daba cuenta de que estaba bien. Muchos chicos y alguna chica se fijaban en mí al pasar, y parecía que les gustaba. Cuando llegaba a casa con la sonrisa de grata sorpresa pensaba que seguía sin haber ligado con nadie, pero como tampoco estaba tan desesperada ya me iba bien con subirme un poco la moral. Y si ese día me habían visto atractiva, al día siguiente podía volver a suceder, quién sabe si con alguien con quien llegar a tener buen sexo, repleto de sobeteos y caricias, o si con alguien con quien compartir buenos ratos de cariño y confianza.

- ¡Esas fantasías otra vez...!

E. Y es que una cosa no quita la otra, pero es cierto que aun cabiendo la posibilidad de coexistir la pasión y la estabilidad, ambas son cosas distintas, a menudo opuestas...

- ...y si tuviese que elegir no sabría cuál prefiero.

P. El sábado fui con una amiga a una fiesta de la que alguien había hablado en el bar tras el baile. Me hacía ilusión poder encontrarme a Javi, Biel, Manu o Mariona y, quién sabía, acabar haciendo algún numerito de baile 'de los nuestros' aunque yo no llevara más que dos clases. Podría haberme puesto a apretarme contra el otro... o acabar golpeándome estúpidamente con la columna del local de la fiesta. No apareció ninguno pero sí tres amigos de mi amiga que habían venido de vacaciones. Los tres, simpáticos e interesantes, se retiraron pronto porque acababan de llegar del viaje y estaban cansados, aunque no me hubiese importado llevarme a casa alguno, después de hablar con él un rato y confirmar que no era un cretino. En el otro extremo del 'conflicto' también me hubiese servido quedarnos horas charlando en un banco bajo las estrellas, sin siquiera tocarnos, en conversación tan intensa que un par de semanas más tarde estuviera yo buscando vuelo y un par de días libres en el trabajo para visitarle.

- Ya me estoy pasando con las historias que me monto.

E. Volvió a acordarse de las galletas al día siguiente, pero comprobó que casi no le quedaban. Pensó entonces en preparar un bizcocho pero, como habitualmente, le superaron las dudas: "¿Comerán todos dulce? ¿Habrá algún vegano? ¿Les apetecerá comer algo tras la clase?". Seguidamente cambió de opinión y decidió preparar una selección musical, pues había notado que la profesora repetía las canciones y algunas le parecían demasiado vulgares.

P. Media hora antes de coger la bici me puse a buscar y copiar canciones de cualquier estilo que tuvieran un ritmo envolvente y no fuesen muy cortas ni demasiado conocidas. Sí, no podía arriesgarme a llevar algo que ya tuviera. Quince minutos después aparecía delante del local justo cuando la profe subía la barrera. Me cambié, le entregué la música, me dio las gracias con ganas y copiamos las canciones en el ordenador.

- ¡Hoy banda sonora nueva!

E. Cuando vio llegar a la segunda alumna, una adolescente que no conocía, se echó en el suelo de espaldas e hizo la estrella con los ojos cerrados durante bastantes respiraciones. Libertad total al tirarse en el suelo, obediencia al empezar la clase seguida de libertad con riesgos de choque o tropiezos, y finalmente movimientos en contacto al ritmo de curiosas melodías que, esa tarde, nadie recordaba haber oído antes.

P. En uno de los cambios de pareja me tocó con Manu, un señor mayor pero joven, si la expresión tiene algún sentido. Las instrucciones del ejercicio eran simplemente que cada uno debía mover el cuerpo del otro. Manu, que llevaba meses de clases de baile, intentó darme explicaciones como si llevara años pero le mandé callar.

E. Comenzaron a moverse con ligera torpeza pero enseguida se entendieron y, dentro de sus habilidades naturales, sintieron que se movían manejados por suaves pañuelos de seda y cortantes cabos de esparto. Sonaba Space Invaders de The Pretenders, una de sus canciones favoritas -por eso la había llevado- aunque en ese momento no recordaba de quién era. Fue creciendo en alegría y placer acompañada por las guitarras del tema y seguidamente se excitó. No era por Manu, era por la complicidad urgente, los contactos musicales, el sudor refrescante. En ese momento entendió lo que se define en la interpretación como el duende, las musas en la creación. No era un orgasmo sino ese momento previo de fusión, de integración mágica, de perfección. Era la inalcanzable por utópica perfección. Lo entendió todo como si lo hubiese hecho a través del consumo de sustancias estupefacientes o tras la imposición de manos de algún santo maldito. "¡He visto la luz!" No lo gritó pero lo escuchó como si lo hubiese hecho, al tiempo que cruzaba su mirada con la de Mariona, que la escudriñaba mientras dejaba escapar una pícara e inocente sonrisa, valga de nuevo la paradoja y aparente contradicción. En su éxtasis, aquella cara le transmitió un fogonazo de paz interior.

P. En el bar nos reunimos casi todos, y Manu y yo cruzamos alguna discreta mirada de complicidad. Javi me preguntó la edad y le respondí que 50 aunque aún no los tenga, porque es un número redondo y mucho más práctico. La mitad puso cara de sorpresa pero menos exageradas que mi cara cuando, tras pedir un gazpacho, vi que en la tele del bar estaban echando Mujeres al borde de un ataque de nervios.

Continúa...

Una historia en 7 cómodos capítulos para mayores de 38 años, porque con menos no lo entenderían.
Porque las palabras (Ansiedad, Baile, Comida, Deseo, Excitación...) no pueden calmarte. Porque la soledad nunca va sola. Porque somos cuerpos en medio del conflicto aunque nos atiborremos de croquetas.

Opinión: 
5
Media: 5 (1 voto)
Texto
Castellano
25 de Julio de 2018

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