- En 7 estivales capítulos

3. Dolor y placer (segunda clase)
E. Las semanas empezaron a organizarse en torno a la mañana de piscina y la tarde de baile. Éstas eran sus motivaciones por encima de su trabajo diario, y pocas citas más, que no fueran un dentista o el pago de una factura, aparecían en su agenda. Los jueves estaba deseando ya que llegara el miércoles y cuando le pusieron una reunión para ese mismo día, inmediatamente respondió que los miércoles por la tarde le era imposible. Le faltó sincerarse crudamente y añadir "Los miércoles son sagrados. Mi cuerpo es mi templo e igualmente sagrado".
P. Busqué una camiseta que me sentara bien. No me convencía ninguna y cogí la primera junto con los únicos pantalones de chándal que tengo. Fui a por la bici y llegué media hora antes de lo que tocaba. Me cambié, saludé a la profe y cuando se giró para preparar la música en el ordenador me dejé caer de espaldas sobre el tatami. Cerré los ojos e intenté hacer alguna postura de yoga pero me cansé y solo me tumbé dibujando una estrella con brazos y piernas. Un silencio comprimido, la presión del cuerpo con la lona, el roce de la ropa con la piel, una breve excitación, la respiración controlada y el espacio envolviéndome alrededor. Algunos compañeros iban llegando con voces que me sonaban del miércoles anterior o me parecían nuevas...
- Parece que hoy hay más chicos.
E. Se despistó un instante y acto seguido recordó que se le habían olvidado las galletas con lo que definitivamente perdió el compás de la respiración, dejó de fijarse atentamente en el roce de la piel y permitió que se esfumara el placer, el placer de la carne en la mente y viceversa. Decidió incorporarse. Se sentó, abrió despacio los ojos, y saludó con ellos a las miradas que se iba encontrando, acompañándose de cariñosas sonrisas y leves inclinaciones de cabeza. Sonaba Solo tienes una vida de Cesária Évora y la voz de la reina de la morna junto a los arreglos de piano llenaban el espacio del antiguo garaje reconvertido en local social. La profesora acabó de ordenar su lista de reproducción y se dirigió a los cuerpos repartidos por el espacio.
- Ahora os echáis al suelo con el culo pegado a la pared y subís las piernas.
E. Después de la fase de relajación y libertad mental, mientras se encontraba en el suelo justo antes de empezar la clase, llegaba la de esfuerzo, sacrificio y obediencia. La profesora dirigía las posturas y tensiones de sus cuerpos y a los pocos minutos aparecían músculos nuevos que querían divorciarse de sus respectivos huesos. La resistencia al sufrimiento se daba la mano, amistosa pero firme, con un nuevo y confuso placer. Cuando, con una mueca de dolor, disfrutaba de la primera gota de sudor...
P. ...que me corría entre las tetas la profe nos mandó a bailar. De pie, sin estar retorcidos por el suelo, sonreíamos más relajados. Empezamos a desplazarnos solos por la sala y a atravesarla como si fuéramos niños haciendo el tonto o adultos parodiando alguna coreografía de un tema de cualquier época. Libertad con peligro de choque. A un 'alto' formábamos pareja con quien quedara más próximo para bailar con ella. No me tocó con un chico aunque ese día había más. Me tocó con Mariona de quién aún no sabía su nombre. Mucho más joven que yo, me miró con una graciosa sonrisa entre cariñosa, inquisidora y pilla, y nos empujamos y chocamos un rato al ritmo de un conocido tema disco, que ya había sonado el día anterior. Mariona me inspeccionaba extrañada. Más tarde me enteraría de que era por lo patosa que le parecía aunque al final le gustasen mis movimientos. No podía entender cómo lo conseguía, y mientras ella dudaba, yo disfrutaba todos los contactos controlando cualquier excitación o deseo, que con los años había aprendido a reprimir sin demasiado esfuerzo. No quería molestar a la pobre chiquilla. Sabía que era ilógico que le interesara lo más mínimo, menos aún con los chicos que allí había. Hice ejercicios también con alguno de ellos. Algo un poco más parecido a sexo surgió en algún momento, y aproveché para recargar puntos de contacto para algunos días.
E. Los 'movimientos por la sala' eran un calentamiento y reconocimiento del espacio que realizaban tras los tensos estiramientos. El 'baile', ejercicios de improvisación donde los cuerpos de unos y otros se utilizaban como soporte de los demás participantes. El 'conocido tema disco', la millonaria versión ochentera de Bette Davis eyes. El 'sexo', una sensación que solo cada uno de nosotros puede percibir y gozar, aunque seamos incapaces de definirla. Al acabar la clase salieron al bar, a charlar y tomar algo. Consiguió memorizar los nombres de los que estaban y regañó a Biel -uno de los compañeros que le había tocado de pareja- por pedir un tinto de verano ya preparado.
- Si mezclas un vino que no sea malo con gaseosa, el combinado tiene menos porquerías y lo puedes hacer a tu gusto.
Una historia en 7 cómodos capítulos para mayores de 38 años, porque con menos no lo entenderían.
Porque las palabras (Ansiedad, Baile, Comida, Deseo, Excitación...) no pueden calmarte. Porque la soledad nunca va sola. Porque somos cuerpos en medio del conflicto aunque nos atiborremos de croquetas.
Comenta, sugiere, critica...