- En 7 estivales capítulos
1. El conflicto (seis meses)
E. Disculpa que empiece así: llevaba seis meses sin follar. Seis meses sin siquiera un roce que no fuese involuntario y era incapaz de calcular el tiempo que llevaba sin querer o ser querida, pues solo algunos de los antiguos ligues le proporcionaron tales sensaciones durante breves momentos. Hace cosa de dos meses fue consciente de ello, y hace tres semanas empezó a sentirse decididamente caliente, excitada y excitable, deseosa de querer y ser querida.
- Ahí hay un conflicto.
E. Tenía una curiosa teoría, un propósito que se había impuesto hace años y que aún respetaba para fomentar su crecimiento personal. Lo hacía por egoísmo sano primero -el egoísmo siempre es sano- y por curiosidad después. De momento había llegado, en su particular proyecto de mejora, a tener relaciones con alguna mujer. Aunque de joven estaba claramente atraída por los hombres, a los cuarenta, después de habérselo propuesto, tuvo su primera experiencia sentimental y física con un ser humano de su mismo género.
P. Estaba buscando enrollarme con una tía, y aunque me sentí incómoda desde que empezó, a los años de dejarlo con Teresa entendí que había sido culpa mía. Con lo que sé ahora, hubiese disfrutado más aquel momento, y quién sabe si aún hoy seguiríamos juntas y felices. Después he tenido alguna que otra relación con mujeres pero sobre todo me he follado a tíos. Es más fácil y me atraen más rápidamente. A pesar de mi proyecto, todavía no he aprendido a descartar aspectos irrelevantes o poco relevantes, como si la persona es alta o baja, si sonríe más o menos, si parece más o menos elegante, si tiene pito o no... Sé que me atraen las sonrisas, la educación, las ropas de colores, cada vez más la juventud, que se comporten con decisión, que sean maleducadamente sinceras, que les guste mucho el sexo, pero que también sean cariñosas o firmes según me sienta. Eso sí, no debe ser necesario avisarles de cómo me siento. Agradezco -porque exigirlo sería kamikaze- que sean suficientemente hábiles como para descubrir por sí mismas qué es lo que quiero en cada momento.
E. Unas líneas más arriba habló de conflicto. Se refería al que le produce la imposibilidad de aclarar si lo que quiere es sexo o una relación estable. Si hedonismo o entrega, si placer o sensatez.
P. Me cuesta aclarar si lo que quiero es un polvo, un buen polvo -y no me refiero a posturitas-, si quiero una noche de roces en la cama, sonrisas, gemidos y confidencias personales y anecdóticas, o si prefiero, ¿a mi edad?, alguien con quien estar, a quien prepararle mis comidas que tanto disfruto sola. Solo pido a cambio que me bese el cuello o me pase la mano por la piel cuando menos me lo espere. Me vale con que sea una persona con quien poder disfrutar de volver a ver La vida de Bryan, antes de empezar a silbar alocadamente por el fin del mundo, para acabar por el suelo negociando adónde nos escapamos la semana siguiente. Alguien con quien hacerme aun mayor y con quien cualquier día dentro de unos años poder decir: "¡Estoy tan a gusto contigo! ¡Después de tanto tiempo!".
E. La primera opción, ejercida semanalmente sin falta hasta hacía seis meses, la mantenía viva, con ánimo y razones para seguir durante algunos días más hasta su siguiente ligue. La segunda, por contra, sospechaba que le daría estabilidad, un bienestar desconocido y una guía a seguir durante la segunda mitad de su vida, etapa a la que pertenecía según estadísticas demográficas recientes. De momento se encontraba sola. Sola frente a cuatro quilos de bechamel en una tarde de croquetas.
Una historia en 7 cómodos capítulos para mayores de 38 años, porque con menos no lo entenderían.
Porque las palabras (Ansiedad, Baile, Comida, Deseo, Excitación...) no pueden calmarte. Porque la soledad nunca va sola. Porque somos cuerpos en medio del conflicto aunque nos atiborremos de croquetas.
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