- Tienes un coño perfecto.
¡Perfecto! Estaba yo tan a gusto, empezando a disfrutar el momento y, ¿no va el gilipollas y me suelta semejante sandez? ¡Si acaba de verlo y ni siquiera se ha acercado!
Es capaz de ir por ahí comparando coños, a primera vista. ¿Acaso estudia el canon del coño o ha hecho un máster de sus propiedades organolépticas? El muy cretino debe sentirse satisfecho de haberme otorgado un 10 y probablemente seguirá ahí delante mirando embobado, analizando tamaña perfección. O quizás está esperando a que le responda el cumplido. No me apetece ni mirarle a la cara y por su bien mejor me callo. ¿Le habrá respondido alguna "Y tú una polla perfecta"? ¿Empiezo a reírme ya o lloro?
La verdad es que aún no sé ni si tiene polla, aunque supongo que sí después del dichoso comentario. Solo he visto, allí fuera, que no tenía mala planta para-mis-cánones y que parecía más espabilado que lo que acaba de demostrar. Parecía incluso algo sensible. Pero lo que pasa siempre, las apariencias engañan aunque las estudies a fondo y durante varios años.
Recuerdo a... ¿cómo se llamaba? ¿Andrés? que parecía un experto cuando me fui con él a la cama, pero era más virgen que el espíritu santo y probablemente lo seguirá siendo. Tenía los mismos ojos que el de Cádiz que, pobre, mientras le indicaba dónde estaba la habitación se pilló con la cremallera y empezó a sangrar, tampoco tanto pero ¡ay, qué dolor! Y mientras bajaba corriendo la escalera, imagino que de camino al hospital, yo le gritaba que nosotras sangrábamos igual. ¡Menuda borrachera aquella noche! El polaco también iba fino y se me quedó dormido en el descansillo justo antes de alcanzar la puerta de casa. La tarde siguiente ya no estaba allí. Menos mal.
Pero la bebida no tiene nada que ver. Conocí a Marionne desayunando en aquella cafetería de París y antes de poder pedir un segundo cruasán me sugirió que los que hacía ella en casa estaban mucho más ricos. Al rato llegamos a la Catedral de la repostería francesa pero cuando empezamos a tocarnos, en su cuarto, le dio un ataque de risa al que no me quedó más remedio que unirme. A los 20 minutos sin poder parar empezamos a calmarnos y nos entró una profunda tristeza como esa del pos-coito que le da a más de uno. Agotada, me levanté del suelo, le di dos besos, cogí la chaqueta y me largué no sé si satisfecha.
Tendría que reír más, como cuando era joven. Tal vez así necesitase menos el sexo y las caricias de nadie. O tal vez debería comer más proteínas y tendría una vida más pesada y por tanto menos dilatada. Creo que tengo gambas en el conge.
Hablando de... ¿Y éste? ¿Sigue ahí? Pues me da que ya no le parecerá tan perfecto. Se ha contraído y está pequeñito. Y seguro que los restos de flujo se han secado entre los pelillos como mocos secos y empieza a oler a sopa. La verdad es que no tengo ni idea de qué habrá estado haciendo este tiempo, pero yo no aguanto más. Me levanto y me piro aunque siga ahí en medio. Me ha cortado todo el punto y eso que llevaba, bueno, llevo, seis meses sin follar.
Una secuela (más o menos) de El Conflicto de los Cuerpos.
Comentarios
Encantada de conocer tus
Comenta, sugiere, critica...